Tohil y Quetzalcóatl ¿diferentes dioses?

En el Pop Wuj se dice que Tohil es el mismo dios que el de los Yaqui Tepeu, que es Yolcuat-Quetzalcóatl (p.123) Sin embargo, la filiación de este dios está más identificada con la oscuridad, con el inframundo. Lo confirman varios pasajes, como el que mencionamos antes, en el que las tribus piden el fuego pero para que se les otorgue es necesario que entreguen su corazón, que ofrezcan su pecho y su sobaco a Tohil, es decir, que lo tomen como su propio dios, además de ser dados para el sacrificio, como es dicho por un enviado de Xibalbá, y, nótese, que dice ser enviado de su creador (de los balames, de los quichés):

Preguntad a Tohil qué es lo que deben dar cuando vengan a recibir el fuego, les dijo el de Xibalbá. Este tenía alas como las alas del murciélago. (Pop Wuj. Pp. 113)

Lo que, además del antecedente planteado con el mestizaje entre la tierra y Xibalbá reafirma la idea de que Xibalbá es un lugar más complejo y “plural” que el de inframundo y lo acerca a Tulán, porque si Tohil es de Xibalbá, entonces es la misma ciudad a la que van por sus ídolos, es decir, Tulán Zuyva. O sea la ciudad del mítico Quetzalcóatl. Dice el texto quiché:

Tranquilos estaban respecto a ellos los corazones de Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. No sentían ansiedad en su pecho por los dioses que habían recibido y traído a cuestas cuando vinieron de allá de Tulán-Zuiva, de allá en el oriente. (p.121)


Tohil, al mismo tiempo tiene rasgos que lo ligan genealógicamente con Gucumatz, con Quetzalcóatl, también dijimos que con Hunracán. En los Anales de los Xahil se dice que:

...Uno a uno todos los guerreros regresaron a los lugares Tapcu, Oloman. Tristemente nos reunimos allá en donde teníamos nuestros penachos, oh hijos nuestros”. (Así) dicen Volcán, Ventisquero. Cuando nos preguntamos unos a otros en dónde estaría nuestra seguridad, los hombres Queché nos dijeron que, como tronaba y retumbaba en el cielo, así en el cielo estaría nuestra seguridad, y por consiguiente les fue dado el nombre [de] Trueno Resonante [de acuerdo con los traductores, en quiché trueno-resonante es: Tohil; Togohil en una deformación cakchiquel].

Atendiendo a esta lectura, Tohil es una entidad vinculada con el relámpago, y por ende con el fuego, lo cual le vincula a la figura de Hunracán como Rayo, como el Único Rayo, sin embargo, no hay elementos para suponer que Hunracán y Tohil puedan ser el mismo. Tohil da el fuego y también tiene una relación con Xibalbá, pues es el enviado de Xibalbá quien sugiere cómo deben manejar los balames el compartir su fuego con las otras tribus:

Entonces se presentó un hombre ante Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, y habló de esta manera el mensajero de Xibalbá: -Este es, en verdad, vuestro Dios; éste es vuestro sostén; ésta es, además, la representación, el recuerdo de vuestro Creador y Formador. No les deis, pues, su fuego a los pueblos, hasta que ellos ofrenden a Tohil (...) Preguntad a Tohil qué es lo que deben dar cuando vengan a recibir el fuego (...) Yo soy enviado por vuestro creador, por vuestro formador, dijo el de Xibalbá.”

Los creadores y formadores no pidieron sangre de corazones humanos, aunque en el lenguaje esotérico y religioso, e incluso astronómico, la muerte, la decapitación y el corazón como símbolos pudiesen apuntar hacia un problema de interpretación lingüística y exegética, pues los pueblos al principio “no invocaban la madera ni la piedra, y se acordaban de la palabra del Creador y del Formador, del Corazón del Cielo, del Corazón de la tierra”. Y la imagen tenía relación con el rito de la “dobla” (al doblar la mazorca hacia tierra se evita que el agua la dañe) y decapitación del maíz (cosecharlo), que son parte del cultivo de la planta.

La existencia de un oráculo llamado 9 Agua, en los textos de los Xahil, sugiere preguntarse si es un oráculo vinculado también con Tohil. Nombre calendárico, referencia de una de las voces del oráculo de Tulán, de acuerdo con las narraciones de los Cakchiqueles en los Anales de los Xahil, a Belehe Toh, Nueve Agua, se le decía –también a a Hun Tihax, Uno Pedernal– la piedra que engaña, la madera que habla.

...entonces les fueron dadas la Madera, la Piedra, que engañan. Mientras descendían de Lugar de la Abundancia, de Lugar de la Desaparición [les] fueron dadas la Madera, la Piedra, como dicen nuestros primeros padres, nuestros antepasados... (p. 7)
[...]
Tú no seguirás siempre así, tú, el hijo mozo: en verdad, grandes serán tu destino y tu sostén”, fue dicho por la Madera, la Piedra, la una llamada Nueve-Agua [Belehe Toh], (la otra) la Piedra llamada Un-Pedernal [Hun Tihax]. (p. 10)

Los cakchiqueles se refieren a estos oráculos de manera particularmente dura, aunque no dejan de seguir sus órdenes (Y en este sentido cabe preguntarse si la condena a la piedra y la madera se hacen desde el presente en que fueron escritos los textos, es decir, desde la cristiandad impuesta, o ya existía esa posición frente al oráculo y el poder que representaba los pueblos de entonces). Son la piedra y la madera las que dan la orden de ir hacia el sur levante, donde hay guerra. Ahí, se ha dicho, asegura el oráculo, que les serán dadas sus montañas, sus valles, sus llanuras. Y se habla del amanecer, de la aurora, que a cada pueblo le llega al mismo tiempo. Aunque para algunos no en el lugar que les fue prometido. Para otros sí.

La piedra y la madera, están en Tulán, a Tulán acuden todas las tribus, van en busca de sus lugares. Son acomodados por los Formadores, les son dadas sus tierras y las insignias del reino. Sin embargo, en el Pop Wuj queda expresado con mucha claridad que antes de que los Balames decidieran ir a Tulán no tenían piedras ni maderos que custodiar, y que en un solo dios creían, y que este dios no pedía sacrificio alguno, y también le llamaban Quetzalcóatl. Aquí surge un problema al leer entre líneas, porque si Quetzalcóatl no pide sacrificios y es un dios al cual se le venera desde antes de llegar a Tulán, entonces ¿qué tipo de Quetzalcóatl es este Tohil que es el mismo que el dios de los mexicanos, como está escrito?:

“¡Ay de nosotros! En Tulán nos perdimos, nos separamos, y allá quedaron nuestros hermanos mayores y menores. ¡Ay, nosotros hemos visto el sol!, pero ¿dónde están ellos ahora que ya ha amanecido?, les decían a los sacerdotes y sacrificadores de los yaquis.

Porque en verdad, el llamado Tohil es el mismo dios de los yaquis, cuyo nombre es Yolcuat-Quitzalcuatl. Nos separamos allá en Tulán, en Zuiva, de allá salimos juntos y allí fue creada nuestra raza cuando vinimos, decían entre sí. (p.123)

Este es el punto en el que resulta interesante especular alrededor del nombre calendárico de 9-Agua. Nueve en cakchiquel es Belehe, pero es Bolom en chontal, Balam en yucateco. Balam y Toh son nombres que no están muy lejanos en sus manejos simbólicos: Toh es tempestad, trueno, agua, y está vinculado a la figura de Quetzalcóatl; Balam es lo que ya sabemos, además de estar referido al mundo nocturno, a las cuevas, al inframundo (Recordemos la imagen de Tepeyolotl, vestido con piel de jaguar). Esto sugiere también que Nueve Agua es un nombre cifrado, en el que pueden estar contenidos una serie de elementos referidos a los mitos primordiales que desde los olmecas se manifiestan en toda Mesoamérica: Jaguar, Agua, Serpiente (por referencia a Toh y ésta a Tohil). Además de que puede dar indicios de quién controlaba el oráculo, de paso, nos remite sin dificultad a nombres mixtecos como Ocho Venado, o Nueve Viento.

Por asociación de ideas con estos nombres, podemos remitirnos también a los calendarios Teotihuacano y mixteco; por lo tanto, puede surgir la posibilidad de que, en este caso, los acontecimientos relatados en el mito se puedan referir veladamente a un periodo específico en el tiempo histórico, como lo fue la caída de Teotihuacan, o al revés, el abandono de otros centros importantes para ir a la ciudad de los dioses, un centro integrador que por su fuerza de atracción disminuyó la influencia de otros puntos en el área nuclear del valle de México y tal vez la de señoríos de la Mixteca, alta y baja, y los del lado del golfo y la franja de Totonicapan, en Veracruz y Puebla. Hasta que su poder se desplomó y los toltecas, que en ese momento dominaban, tuvieron que salir de ahí, en medio de una situación que por fuerza nos recuerda el momento en que también los balames tienen que salir de Tulán, donde habían engrandecido su poder.

En este sentido, aunque aparentemente lejanos de los oráculos que nos ocupan, los murales de Cacaxtla tal vez permitirían entender ciertas cosas que también están contadas o referidas en los mitos y la historia quichés, en cuanto a que en el momento en que fueron pintados los de los pórticos norte y sur, había, cuando menos ahí, en uso, dos calendarios que se correspondían uno al otro: el de Teotihuacan y el Mixteco de Yucuñudahui. En el pórtico norte, aparece un Balam con atributos relacionados con el agua y la lluvia. Está parado sobre un dragón jaguar. Refiriéndose a las fechas ahí escritas, Munro S. Edmonson dice que:

Los coeficientes de ambas fechas [expresadas en distintos estilos] presentan la novedad de estar pintados en dos colores: azul y blanco. Si sólo se toman en consideración los números azules, dan la fecha en el tonalpohualli general (contado de 1 a 13). Si se incluyen los puntos blancos (los cuales están marcados con tres o cuatro ejes en vez de los dos de los puntos azules), dan la fecha en la cuenta de Teotihuacan (contada de 2 a 14). [cf. El calendario de Teotihuacan. Arqueoastronomía y etnoastronomía en Mesoamérica. UNAM. México, 1991.]

Al mismo tiempo que es un lugar identificado también con los mayas (mayas-xicalangas les dicen), como lo atestiguan los murales de los taludes oriente y poniente –anteriores en tiempo a los otros– en los que los balames, guerreros toltecas, identificados por los símbolos de Tlaloc, y el de los años –muy cercanos a los que también distinguen a Xochicalco, donde, por otra parte, se inicia el culto a Quetzalcóatl– les dan muerte a un grupo de señores mayas ataviados como pájaros, vestidos con ropa que nos recuerda la de personajes como los de los dinteles 24, 25 y 26 de Yaxchilán, correspondientes al momento epiclásico del horizonte maya.

Los símbolos pueden llevarnos en otra dirección temporal, al horizonte epiolmeca, hasta la región de la Venta, donde parecen encontrarse dos modelos culturales con un aparente origen común. Una especulación iconográfica nos proporciona muchos elementos que pueden relacionarse con Tohil y Yolcuatl Quetzalcoátl.

En la Estela 19 de La Venta vemos un personaje, con un yelmo cubriendo su cabeza, aparentemente de pájaro, sin embargo, al mirar con atención se aprecia una cabeza de serpiente de cascabel como la que está esculpida por encima suyo, con elementos como el que tiene en su cresta, que se observan también en las piezas de hombres jaguares, o de felinos como las de las hachas votivas olmecas más antiguas.

En esta obra, se prefigura una variante en la expresión iconográfica de lo que se reconoce a simple vista como Olmeca. Arriba del personaje hay un de bastón de mando con las cruces de San Andrés, que aparecen también en el horizonte olmeca en esculturas como la del Señor de las Limas y hasta el final de los tiempos mesoamericanos. El hombre —o mujer— con máscara lleva en la mano izquierda un objeto, como una bolsa como las que se usaban para llevar semillas; Román Piña Chan dice que es para el copal, lo cual puede ser, sin embargo, hay que contemplar la posibilidad de que como símbolo, pueda ser la bolsa donde se llevan las semillas, debido a que los signos están referidos todos a la fertilidad, al agua y a la tierra; al fuego. Podría suponerse también, considerando la posible identidad del personaje, a una prefiguración de Yolcuat Quetzalcoatl, que era, según los quichés, el mismo dios de los Yaquis, o sea Serpiente de cascabel-quetzalcoatl.

Tal posibilidad, amplía los horizontes de la interpretación de mitos que se suponen posteriores al tiempo olmeca, pero que están presentes en la iconografía de su tiempo. Dice Piña Chan que “desde el punto de vista interpretativo, el personaje puede representar a un sacerdote de la deidad del agua, concebida como serpiente de cascabel[...]En otras palabras, aquí tendríamos la antropomorfización del concepto serpiente-sacerdote, de la deidad dispensadora del agua celeste, la lluvia, ubicada en el cielo, así como de su intermediario en la tierra.”

La presencia de la serpiente y el jaguar en el arte mesoamericano no es una recurrencia sino la razón de origen astronómico por la cual fueron hechas las obras, son motivo y también eje del relato iconográfico. Los patrones y estilos del tiempo olmeca pueden relacionarse con posteriores expresiones, como se aprecia en piezas de diferentes períodos, tal es el caso del dintel 25 de Yaxchilán, del momento epiclásico, donde la serpiente es un reptil de dos cabezas, con más rasgos de dragón, que en uno de sus extremos se muestra como el torso y el rostro de un guerrero que tiene elementos que pueden identificarlo con Venus, y el signo cauac, así como con el signo calendárico Imix.

En el extremo inferior tiene una calavera, un rostro descarnado, que nos recuerda también las imágenes en Tula, grabadas en lápidas donde se ven figuras humanas semidescarnadas que surgen de la boca de serpientes de cascabel, o a Itzamná que aparece en la iconografía maya Itzá, durante el Posclásico: el gran dragón celeste y de la tierra, representación zoomorfa de la vía láctea, expresión fantástica del movimiento cósmico, símbolo de la fertilidad y de la vida, de la oscuridad y de la muerte.

Esta entidad tiene un origen olmeca. Los seres bicéfalos en el arte mesoamericano están relacionados en su raíz con distintos reptiles, como también sucede con el arte Chavín, en Sudamérica, cuyos rasgos son comunes en muchos aspectos a los elementos esenciales del arte olmeca. Sin embargo también hay jaguares y aves bicéfalas. La máscara que porta el personaje de la estela 19, también podría confundirse con una de jaguar muy estilizado. Atendiendo a los diversas máscaras y tocados que aparecen en la iconografía mesoamericana, sería más fácil relacionar la máscara con un jaguar o con un ave, tal vez un búho como el que aparece en el tocado del hombre pájaro de las grutas de Oxtotitlan. Así como al personaje de la estela 19 con el personaje que aparece en el relieve de Chalcatzingo, llamado El Rey.

En una nota al Pop Wuj, dice Adrián Recinos que “El gran civilizador era adorado como una divinidad por los antiguos mexicanos, quienes le daban diferentes nombres. Llamábanle Ehecatl, o dios del viento; Yolcuat, o sea serpiente de cascabel; Quetzalcóatl, o serpiente cubierta de plumas verdes.”

Por esta razón, es importante notar que la actuación del oráculo en todos los momentos decisivos de la vida cultural, religiosa y política de Mesoamérica, estaba fundamentada en la derivación astrológica del gran adelanto astronómico y matemático al que habían llegado mucho antes de que se comenzara a pervertir su uso y sus fines prácticos en la agricultura, así como los ritos consecuentes, cuyas ceremonias coincidían con las diversas posiciones estelares, tanto del sol como de la luna y las constelaciones que identifican con precisión las temporadas de lluvia y seca, los tiempos aciagos para la siembra, etc. como lo podría ejemplificar el conocimiento tan detallado que tenían de Venus y sus efectos, tanto negativos como positivos, no sólo en la agricultura sino en la misma civilización. Los símbolos parecen ser los mismos aunque su interpretación, lectura y función política muten y se refuncionalizen de acuerdo a necesidades que el oráculo parece haber expresado siempre con autoridad divina, desde el inicio de la creación, cuando las abuelas echaron el maíz rojo para saber cómo habría de ser la creación.

Fragmento del libro "El cazador y la muerte" ensayos literarios acerca de temas en el Popol Vuh, de Eutimio Sosa

Baxalkinanlil, animaciones e iconografía

Un paseo por algunas imágenes referentes a prácticas energéticas y uso de mudras, contiene algunos vasos mayas que he ido animando desde hace ya algunos años, con base en los estudios del maestro Alfredo blanco Pérez. Son unos cuantos de muestra, aunque la producción de animaciones es amplia. Los textos que contiene este blog complementan estas imágenes.


Donde los extremos se tocan

Hubo un tiempo en la historia iconográfica de Mesoamérica en el que diversas civilizaciones expresaron su grandeza y su humanidad al unísono, expresiones cosmopolitas de sociedades pacíficas y evolucionadas.

La costa americana del Pacífico recibe las corrientes que vienen de Asia (o del centro del área que comprendería el ahora oceano pacífico) recalando entre las piedras y las playas continentales, y sirviendo de corredor para las que viajan desde el sur, costeando en su camino al polo norte. Ahora conocemos con precisión las rutas que antes fueron imposibles para el occidente naviero; los verdaderos navegantes nunca estuvieron tierra adentro, siempre fueron hacia arriba, siguiendo las corrientes naturales que por esa región se mueven hacia el norte.

Estas rutas fomentaban centros de reabastecimiento, puertos, emplazamientos, fuertes, pueblos agrícolas, etc, la natu raleza migratoria, la cualidad de los elementos que los regían: agua y viento, determina también el tipo de sociedad que le da sustento a la "matrix". Y sobre todo, la flexibilidad de su sociedad. El comercio requiere de la interactuación y cuando el comercio se realiza entre regiones distantes, o con diversos socios y clientes, es necesario crear un código de señales, diplomáticas y financieras para que las cosas funcionen, aunque éste sea frágil, o flexible, por la misma cualidad fluctuante que tiene el intercambio cultural y comercial entre dos entidades, o más de dos.

Estas rutas pueden explicarnos las relaciones intrínsecas entre el arte escultórico que proviene de Jalisco, Colima, Nayarit, y la cerámica, escultura y arquitectura Moche, Inca, de Perú, Colombia, de Chile, y otras regiones, así como la geografía continental de los espacios mesoamericanos del intercambio con otras sociedades, olmecas y toltecas, también superdesarrolladas.

La escultura del occidente mexicano del preclásico formativo muestra a personajes cosmopolitas, sin evidentes símbolos de poder; sólo cuerpos flexibles, rostros relajados, durante prácticas ascéticas o profilácticas. Arte suntuario que nos transmite diversas enseñanzas, arte que se convierte en texto cuando podemos leer algunas partes del código: mudras, posiciones, gestos, rostros con gestos, animales humanizados, humanos animalizados, cada elemento del arte escultórico es un signo gramatical, un gesto literario que parece transmitirnos un sólo mensaje: sé feliz, relájate. El grado más alto de la práctica de la libertad, parar el Samsara.

Durante este tiempo ancestral, en el golfo de México había llegado a su máximo esplendor una civilización sofisticada y con un altísimo grado de desarrollo tecnológico. Oaxaca, Puebla, Guerrero, Tlatilco, Chiapas, Yucatán, Campeche, Guatemala, Honduras, Salvador, Centro América, Perú, Colombia, Chile, etc. Esta civilización tenía muy diversos rostros, las regiones que componían el gran mosaico de pueblos "mesoamericanos" se extendían más allá de los límites que la academia le ha impuesto arbitrariamente.

El modelo "Olmeca" operaba con precisión desde la región centroamericana hasta las fronteras del desierto mexicano, donde las distancias dispersaban los afanes del poder de los líderes religiosos, militares y políticos, en ejercicios más energéticos y espirituales, donde la naturaleza misma transmutaba la fuerza del poder en conocimiento y sabiduría [las evidencias también nos indican que las formas del gobierno estuvieron relacionadas con una educación iniciática, tema que se tratará en otro ensayo].

Sin embargo, los rasgos que también distinguen a las cabezas de las culturas Nazca, Moche, e Inca, y sus ramas, nos obligan a reconocer que el origen del que hablan los pueblos mesoamericanos, toltecas(-mayas), y los sudamericanos, es el mismo. La serpiente de dos cabezas, una encarnada, la otra calavera, los gemelos, los hijos del maíz, las cuentas sobre base 20, los mitos relacionados con el sol y el origen. Las prácticas.

Estas evidencias le devuelven estructura a nuestro cuerpo genético colectivo que todavía recuerda cuando el continente era forma unificada. La manera en la que Coyoxauqui pierde su poder es cuando la desmembran, así es como sus hermanos la sacrifican para que ellos puedan continuar su camino hacia la tierra prometida; esa es la manera aristotélica de ver y entender el mundo: separando, viviseccionando, disecando para buscar el sentido del movimiento en lo inerte. Sin embargo, la historia del arte nos permite que ahora podamos ver con claridad que cuando hablamos de una cultura americana lo hacemos de LA cultura panamericana.

El modelo cósmico que representan los símbolos, estaba sustentando en el conocimiento y aplicación de la geometría sagrada, en la explotación de la tierra , en el ordenamiento de la geografía para una explotación racional a gran escala.

Los avances del conocimiento en tecnologías limpias y renovables, así como sus aplicaciones, distinguieron el desarrollo del gran espíritu de la cultura Olmeca; convirtiendo a sus líderes y guías en sabios y prominentes hombres de conocimiento que tuvieron la visión y también la voluntad.

Debido a que eran poderíos basados en el sustento de los pueblos, la agricultura jugaba un papel fundamental que determinaba también qué tipo de sociedad se desarrollaba y expandía alrededor de la actividad económica preponderante: agricultura.

La observación astronómica podía tener matices más filosóficos que en el modelo migratorio, los tiempos neutros que la misma actividad productiva imponía pudieron ser ocupados en el desarrollo de un pensamiento abstracto y de una práctica física como lo expresa también el aretée griego.

Esta especulación se basa en las imágenes que el tiempo Olmeca del cual especulamos nos ofrece: además de las esculturas y cerámica que nos muestra una humanidad sofisticada y feliz, practicando una existencia trascendida, están los sistemas de riego, los desarrollos urbanos, los cerros y montañas transformados, el sistema de terrazas, los pozos y canales de navegación continental, las conexiones regionales mediante grandes obras de ingeniería y arquitectura. Estas evidencias las vemos en el moderno territorio mexicano, pero también en todos los sitios de América donde el poder bajó y se manifestó en ese entonces.

La expansión de los símbolos Toltecas durante estos tiempos míticos de los que hablamos, está relacionada también con una expansión natural de corrientes migratorias. Como hemos comentado, el mundo Olmeca estaba basado en la agricultura, el modelo del kinkuse era también el modelo de las Tulanes sagradas, de las ciudades del cielo; la precisión de sus calendarios era también la manifestación de la abundancia en la tierra, el aviso de la sequía, los anuncios del viento y las revelaciones del agua. La verdad escondida detrás de las formas y luminiscencias en el cielo. Lo que vemos con máximo esplendor en los horizontes mayas y zapotecos era ya una verdad cifrada en el tiempo de los "Olmecas Orientales".

No hubieran sido posibles las grandes obras que ahora nos sorprenden sin ese conocimiento que no sabemos todavía donde se dejó guardado, o cómo se pudo sistematizar y transmitir por generaciones porque siguen ocultas de ese entonces las estelas, los códices (obras que también nos asombran cuando vamos depurando nuestra información del pasado y vemos que los tiempos en que pensábamos que todavía éramos una especie de profecía darwiniana, eran los del máximo desarrollo de una humanidad que a veces dudamos ser nosotros mismos).

Todo el mapa del mundo Olmeca del horizonte San Lorenzo-Tres Zapotes -como sucede con el arte del occidente- se distingue por la ausencia de símbolos de poder que signifiquen a personajes o situaciones literarias de los mitos primordiales, las representaciones humanas o "nagualizadas" sólo reflejan posiciones sedentes o de pie típicas de la práctica del Yoga (hindú o chino). Los personajes son en su mayoría de características orientales, sobre todo los del área nuclear de este periodo, en el estado de Veracruz.


Como en la escultura del occidente mesoamericano, es evidente la diversidad cultural de los Olmecas que los antiguos artistas dibujaron en el rostro de estos personajes refinados y en evidente estado de relajación, física y espiritual.

Todas estas culturas eran pueblos que reconocían un origen común pero que a la vez veían también en su tierra, en sus símbolos, el elemento vital que los ata con el planeta, con la realidad, con el universo. Y esta humanidad es diferente a la que surgió después del desastre, de algún mítico desastre ecológico o ambiental que borró del mapa a los pueblos cuyo conocimiento antiguo quedó impregnado en las piedras.

Esos pueblos que llegaron después y que heredamos todo, comenzaron a reflejar una profunda obsesión por los símbolos, la serpiente, el jaguar, el quetzal, comenzaron a cobrar una importancia sustancial en el arte maya-tolteca. Tocados, ropa, accesorios, armas, todo se convierte en elementos suntuarios de personajes que claman sus divinidad y su soberbia, que buscan la legitimación y el poder. Pero esta es otra historia, la de Xibalbá y el linaje de los Ahpu.

En este punto la literatura se engarza con la historia antigua y silenciosa de Mesoamérica, cuando comenzamos a identificar los símbolos de las piedras con pasajes del Pop Wuj, cuando semiótica y literatura unen las extremidades de la Coyoxauqui, mientras vamos recorriendo el tiempo hacia el pasado para mirar lo que fuimos, y lo que dejaremos de ser algún día, gracias a la desmemoria en la que hemos construido de nuevo la misma historia en la que, si entendemos el mensaje que nos dejaron los antiguos, nos tocará llegar al final de las cuentas despojados de los afanes, sin prisas ni emociones accidentadas que nos alejen de la maravillosa posibilidad de ser testigos del principio del tiempo, del final de los siglos que fueron marcados desde entonces por los abuelos con una consigna: cuidar el fuego, cuidar a la abuela, tocar los atabales.

Para hacerlo como los creadores esperan de nosotros, las evidencias arqueológicas nos aseguran que también en Mesoamérica vale la enseñanza de Arjuna cuando se le dice que la mejor ofrenda que se le puede hacer a los dioses es el Yoga, la práctica de la respiración, la ascensión de la energía a través del cuerpo hacia la cabeza para conectar con el cielo.

Esa práctica es un regalo para toda la humanidad, las evidencias en mesoamérica de los ejercicios energéticos para la trascendencia nos dan también a los americanos la certeza de que el conocimiento, lo que nos permite ascender en la espiral, se le fue dado a todos los pueblos y nadie es dueño de nada sino de su memoria ancestral, de su presente y por lo mismo, sólo por ello, de su propio destino.