Donde los extremos se tocan

Hubo un tiempo en la historia iconográfica de Mesoamérica en el que diversas civilizaciones expresaron su grandeza y su humanidad al unísono, expresiones cosmopolitas de sociedades pacíficas y evolucionadas.

La costa americana del Pacífico recibe las corrientes que vienen de Asia (o del centro del área que comprendería el ahora oceano pacífico) recalando entre las piedras y las playas continentales, y sirviendo de corredor para las que viajan desde el sur, costeando en su camino al polo norte. Ahora conocemos con precisión las rutas que antes fueron imposibles para el occidente naviero; los verdaderos navegantes nunca estuvieron tierra adentro, siempre fueron hacia arriba, siguiendo las corrientes naturales que por esa región se mueven hacia el norte.

Estas rutas fomentaban centros de reabastecimiento, puertos, emplazamientos, fuertes, pueblos agrícolas, etc, la natu raleza migratoria, la cualidad de los elementos que los regían: agua y viento, determina también el tipo de sociedad que le da sustento a la "matrix". Y sobre todo, la flexibilidad de su sociedad. El comercio requiere de la interactuación y cuando el comercio se realiza entre regiones distantes, o con diversos socios y clientes, es necesario crear un código de señales, diplomáticas y financieras para que las cosas funcionen, aunque éste sea frágil, o flexible, por la misma cualidad fluctuante que tiene el intercambio cultural y comercial entre dos entidades, o más de dos.

Estas rutas pueden explicarnos las relaciones intrínsecas entre el arte escultórico que proviene de Jalisco, Colima, Nayarit, y la cerámica, escultura y arquitectura Moche, Inca, de Perú, Colombia, de Chile, y otras regiones, así como la geografía continental de los espacios mesoamericanos del intercambio con otras sociedades, olmecas y toltecas, también superdesarrolladas.

La escultura del occidente mexicano del preclásico formativo muestra a personajes cosmopolitas, sin evidentes símbolos de poder; sólo cuerpos flexibles, rostros relajados, durante prácticas ascéticas o profilácticas. Arte suntuario que nos transmite diversas enseñanzas, arte que se convierte en texto cuando podemos leer algunas partes del código: mudras, posiciones, gestos, rostros con gestos, animales humanizados, humanos animalizados, cada elemento del arte escultórico es un signo gramatical, un gesto literario que parece transmitirnos un sólo mensaje: sé feliz, relájate. El grado más alto de la práctica de la libertad, parar el Samsara.

Durante este tiempo ancestral, en el golfo de México había llegado a su máximo esplendor una civilización sofisticada y con un altísimo grado de desarrollo tecnológico. Oaxaca, Puebla, Guerrero, Tlatilco, Chiapas, Yucatán, Campeche, Guatemala, Honduras, Salvador, Centro América, Perú, Colombia, Chile, etc. Esta civilización tenía muy diversos rostros, las regiones que componían el gran mosaico de pueblos "mesoamericanos" se extendían más allá de los límites que la academia le ha impuesto arbitrariamente.

El modelo "Olmeca" operaba con precisión desde la región centroamericana hasta las fronteras del desierto mexicano, donde las distancias dispersaban los afanes del poder de los líderes religiosos, militares y políticos, en ejercicios más energéticos y espirituales, donde la naturaleza misma transmutaba la fuerza del poder en conocimiento y sabiduría [las evidencias también nos indican que las formas del gobierno estuvieron relacionadas con una educación iniciática, tema que se tratará en otro ensayo].

Sin embargo, los rasgos que también distinguen a las cabezas de las culturas Nazca, Moche, e Inca, y sus ramas, nos obligan a reconocer que el origen del que hablan los pueblos mesoamericanos, toltecas(-mayas), y los sudamericanos, es el mismo. La serpiente de dos cabezas, una encarnada, la otra calavera, los gemelos, los hijos del maíz, las cuentas sobre base 20, los mitos relacionados con el sol y el origen. Las prácticas.

Estas evidencias le devuelven estructura a nuestro cuerpo genético colectivo que todavía recuerda cuando el continente era forma unificada. La manera en la que Coyoxauqui pierde su poder es cuando la desmembran, así es como sus hermanos la sacrifican para que ellos puedan continuar su camino hacia la tierra prometida; esa es la manera aristotélica de ver y entender el mundo: separando, viviseccionando, disecando para buscar el sentido del movimiento en lo inerte. Sin embargo, la historia del arte nos permite que ahora podamos ver con claridad que cuando hablamos de una cultura americana lo hacemos de LA cultura panamericana.

El modelo cósmico que representan los símbolos, estaba sustentando en el conocimiento y aplicación de la geometría sagrada, en la explotación de la tierra , en el ordenamiento de la geografía para una explotación racional a gran escala.

Los avances del conocimiento en tecnologías limpias y renovables, así como sus aplicaciones, distinguieron el desarrollo del gran espíritu de la cultura Olmeca; convirtiendo a sus líderes y guías en sabios y prominentes hombres de conocimiento que tuvieron la visión y también la voluntad.

Debido a que eran poderíos basados en el sustento de los pueblos, la agricultura jugaba un papel fundamental que determinaba también qué tipo de sociedad se desarrollaba y expandía alrededor de la actividad económica preponderante: agricultura.

La observación astronómica podía tener matices más filosóficos que en el modelo migratorio, los tiempos neutros que la misma actividad productiva imponía pudieron ser ocupados en el desarrollo de un pensamiento abstracto y de una práctica física como lo expresa también el aretée griego.

Esta especulación se basa en las imágenes que el tiempo Olmeca del cual especulamos nos ofrece: además de las esculturas y cerámica que nos muestra una humanidad sofisticada y feliz, practicando una existencia trascendida, están los sistemas de riego, los desarrollos urbanos, los cerros y montañas transformados, el sistema de terrazas, los pozos y canales de navegación continental, las conexiones regionales mediante grandes obras de ingeniería y arquitectura. Estas evidencias las vemos en el moderno territorio mexicano, pero también en todos los sitios de América donde el poder bajó y se manifestó en ese entonces.

La expansión de los símbolos Toltecas durante estos tiempos míticos de los que hablamos, está relacionada también con una expansión natural de corrientes migratorias. Como hemos comentado, el mundo Olmeca estaba basado en la agricultura, el modelo del kinkuse era también el modelo de las Tulanes sagradas, de las ciudades del cielo; la precisión de sus calendarios era también la manifestación de la abundancia en la tierra, el aviso de la sequía, los anuncios del viento y las revelaciones del agua. La verdad escondida detrás de las formas y luminiscencias en el cielo. Lo que vemos con máximo esplendor en los horizontes mayas y zapotecos era ya una verdad cifrada en el tiempo de los "Olmecas Orientales".

No hubieran sido posibles las grandes obras que ahora nos sorprenden sin ese conocimiento que no sabemos todavía donde se dejó guardado, o cómo se pudo sistematizar y transmitir por generaciones porque siguen ocultas de ese entonces las estelas, los códices (obras que también nos asombran cuando vamos depurando nuestra información del pasado y vemos que los tiempos en que pensábamos que todavía éramos una especie de profecía darwiniana, eran los del máximo desarrollo de una humanidad que a veces dudamos ser nosotros mismos).

Todo el mapa del mundo Olmeca del horizonte San Lorenzo-Tres Zapotes -como sucede con el arte del occidente- se distingue por la ausencia de símbolos de poder que signifiquen a personajes o situaciones literarias de los mitos primordiales, las representaciones humanas o "nagualizadas" sólo reflejan posiciones sedentes o de pie típicas de la práctica del Yoga (hindú o chino). Los personajes son en su mayoría de características orientales, sobre todo los del área nuclear de este periodo, en el estado de Veracruz.


Como en la escultura del occidente mesoamericano, es evidente la diversidad cultural de los Olmecas que los antiguos artistas dibujaron en el rostro de estos personajes refinados y en evidente estado de relajación, física y espiritual.

Todas estas culturas eran pueblos que reconocían un origen común pero que a la vez veían también en su tierra, en sus símbolos, el elemento vital que los ata con el planeta, con la realidad, con el universo. Y esta humanidad es diferente a la que surgió después del desastre, de algún mítico desastre ecológico o ambiental que borró del mapa a los pueblos cuyo conocimiento antiguo quedó impregnado en las piedras.

Esos pueblos que llegaron después y que heredamos todo, comenzaron a reflejar una profunda obsesión por los símbolos, la serpiente, el jaguar, el quetzal, comenzaron a cobrar una importancia sustancial en el arte maya-tolteca. Tocados, ropa, accesorios, armas, todo se convierte en elementos suntuarios de personajes que claman sus divinidad y su soberbia, que buscan la legitimación y el poder. Pero esta es otra historia, la de Xibalbá y el linaje de los Ahpu.

En este punto la literatura se engarza con la historia antigua y silenciosa de Mesoamérica, cuando comenzamos a identificar los símbolos de las piedras con pasajes del Pop Wuj, cuando semiótica y literatura unen las extremidades de la Coyoxauqui, mientras vamos recorriendo el tiempo hacia el pasado para mirar lo que fuimos, y lo que dejaremos de ser algún día, gracias a la desmemoria en la que hemos construido de nuevo la misma historia en la que, si entendemos el mensaje que nos dejaron los antiguos, nos tocará llegar al final de las cuentas despojados de los afanes, sin prisas ni emociones accidentadas que nos alejen de la maravillosa posibilidad de ser testigos del principio del tiempo, del final de los siglos que fueron marcados desde entonces por los abuelos con una consigna: cuidar el fuego, cuidar a la abuela, tocar los atabales.

Para hacerlo como los creadores esperan de nosotros, las evidencias arqueológicas nos aseguran que también en Mesoamérica vale la enseñanza de Arjuna cuando se le dice que la mejor ofrenda que se le puede hacer a los dioses es el Yoga, la práctica de la respiración, la ascensión de la energía a través del cuerpo hacia la cabeza para conectar con el cielo.

Esa práctica es un regalo para toda la humanidad, las evidencias en mesoamérica de los ejercicios energéticos para la trascendencia nos dan también a los americanos la certeza de que el conocimiento, lo que nos permite ascender en la espiral, se le fue dado a todos los pueblos y nadie es dueño de nada sino de su memoria ancestral, de su presente y por lo mismo, sólo por ello, de su propio destino.